Resiento que no estés aquí, conmigo, cuando tomo la taza de café al desayuno...
golpeando con firmeza mis dedos la superficie de la mesa de madera...
la muñeca en giros leves, suaves y sostenidos, va alimentando mi boca hambrienta...
mis ojos se pierden entre las tintas negras del periódico, quizá buscando una noticia tuya.
Resiento que no estés aquí, conmigo, durante la afanosa jornada de esta oficina inmensa...
veo la pantalla, con las manos entretenidas en una danza sobre un teclado gastado...
los resultados de la aritmética asistida por circuitos infinitos que desconozco en su esencia...
entrecerrar los ojos para que los trazos de tu rostro en mi memoria resulten más nítidos.
Resiento que no estés aquí, conmigo, cuando imbuido por el tropel de seres me dirijo al mostrador...
el redondel del rostro de la dependiente me pregunta lo que quiero, el menú del día...
el tintineo del metal sobre la cerámica de los platos, un ir y venir de bocados...
quizá evocar el sabor de tus labios me atiborre hasta la saciedad.
Resiento que no estés aquí, conmigo, cuando la fatiga me crispa la espalda...
el dolor de cuello se disipa mientras lo giro y abrazo mis manos hasta que truenan mis dedos...
la chaqueta recogida del respaldo de la silla, el maletín que vuelve a colgar de mi hombro...
el suspiro que desecho porque no te siento cerca.
Resiento que no estés aquí, conmigo, al cruzar bajo el dintel de la puerta...
porque quiero escuchar el saludo de un "te quiero", mientras oigo tus pasos...
y en un choque dulce, sereno, una mancha roja de tus labios invada mi rostro cansado...
porque justo es ahora cuando empezaría este día a tener sentido.
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