Retrato de joven
Caracas, Venezuela
Hombre del campo
Sabana Redonda, Lara, Venezuela
Joven emprendedora
Impact Hub, Caracas, Venezuela
Mujer de Birongo
Birongo, Miranda, Venezuela
Retrato de la risa
Birongo, Miranda, Venezuela
Ansío esa libertad sublime del final
Cuando la serpiente de agudas escamas desgarra el pecho desde dentro...
y el trago amargo de una tristeza, gruesa como alquitrán, pasa quemando la garganta...
veo en el espejo la silueta silente de mis demonios, vestidos de fiereza y bestialidad...
vienen por mi en parvada, a alimentarse de mis despojos, atiborrarse con mi alma.
Clamo con plegarias ahogadas a un Dios que no me oye...
me aferro a una fe carente de sentido, porque no hay angeles ni santos que acudan a mi auxilio...
estoy en mi humanidad solo, expuesto a tormentos que me hielan la sangre y devoran mis huesos.
La miseria toma partido en el festin y se lleva toda esperanza...
del suelo ennegrecido y frio no logro levantar mis rodillas vencidas...
me arrastro entre el olvido y la pena de seguir vivo...
pues este tiempo se me hace eterno, mientras van devorando mis carnes...
es una purga intensa por un pecado que no he cometido...
no puedo ahogar mis gritos en el vacío, no hay quien escuche mis gemidos.
Ansío esa libertad sublime del final, esa muerte que abrazaría con fuerza...
para matar a este sufrimiento mio.
y el trago amargo de una tristeza, gruesa como alquitrán, pasa quemando la garganta...
veo en el espejo la silueta silente de mis demonios, vestidos de fiereza y bestialidad...
vienen por mi en parvada, a alimentarse de mis despojos, atiborrarse con mi alma.
Clamo con plegarias ahogadas a un Dios que no me oye...
me aferro a una fe carente de sentido, porque no hay angeles ni santos que acudan a mi auxilio...
estoy en mi humanidad solo, expuesto a tormentos que me hielan la sangre y devoran mis huesos.
La miseria toma partido en el festin y se lleva toda esperanza...
del suelo ennegrecido y frio no logro levantar mis rodillas vencidas...
me arrastro entre el olvido y la pena de seguir vivo...
pues este tiempo se me hace eterno, mientras van devorando mis carnes...
es una purga intensa por un pecado que no he cometido...
no puedo ahogar mis gritos en el vacío, no hay quien escuche mis gemidos.
Ansío esa libertad sublime del final, esa muerte que abrazaría con fuerza...
para matar a este sufrimiento mio.
El leviatán y nosotros
La bestia encarnaba en las ondas de radio...
trepidaba en los alrededores de nuestra morada, día y noche.
Su sola sombra atemorizaba nuestras mentes.
Narran que la muerte entre sus fauces es angustiosa y terrible...
arranca las carnes del hueso y expone nuestro adentro a la podredumbre de la miseria.
Vivimos juntos ese miedo, un miedo profundo, solitario...
el terror se arremolinaba en los corredores de nuestros pensamientos...
se colaba en los sueños, transformándolos en las peores pesadillas...
como un demonio a sus crías, así el leviatán alimentó nuestros temores...
la mente atormentada por la sola idea morir destrozada entre sus fauces...
y esos demonios hambrientos de dolor y sufrimiento, sacaron lo peor de nosotros.
La desesperanza y la amargura me tomaron de la garganta...
la frustración y el resentimiento hicieron lo propio contigo.
Nos destrozamos, tiramos con la furia bestial de nuestras carnes...
al lecho le arrebatamos la piel de la pasión y el deseo...
a la ternura y los besos los dejamos en el hueso.
Hoy yace aquí mi cuerpo sin alma, he sucumbido a la atroz muerte del leviatán que creamos.
Tu cuerpo se marchó entre sollozos y como fantasmas de tu esencia quedaron mis afectos.
Afuera sigue el leviatán y ya no estamos nosotros.
trepidaba en los alrededores de nuestra morada, día y noche.
Su sola sombra atemorizaba nuestras mentes.
Narran que la muerte entre sus fauces es angustiosa y terrible...
arranca las carnes del hueso y expone nuestro adentro a la podredumbre de la miseria.
Vivimos juntos ese miedo, un miedo profundo, solitario...
el terror se arremolinaba en los corredores de nuestros pensamientos...
se colaba en los sueños, transformándolos en las peores pesadillas...
como un demonio a sus crías, así el leviatán alimentó nuestros temores...
la mente atormentada por la sola idea morir destrozada entre sus fauces...
y esos demonios hambrientos de dolor y sufrimiento, sacaron lo peor de nosotros.
La desesperanza y la amargura me tomaron de la garganta...
la frustración y el resentimiento hicieron lo propio contigo.
Nos destrozamos, tiramos con la furia bestial de nuestras carnes...
al lecho le arrebatamos la piel de la pasión y el deseo...
a la ternura y los besos los dejamos en el hueso.
Hoy yace aquí mi cuerpo sin alma, he sucumbido a la atroz muerte del leviatán que creamos.
Tu cuerpo se marchó entre sollozos y como fantasmas de tu esencia quedaron mis afectos.
Afuera sigue el leviatán y ya no estamos nosotros.