Una silueta grácil e imponente en la llanura...
su rugir, una voz sin contendiente...
dulce con los suyos e implacable con el resto...
la miré una vez desde lejos.
Esa voz resonó por meses en los ecos...
de un silencio grueso que llevo dentro...
mi locura en su máximo quiso eso...
una voz que retumbara en mis anhelos.
Y tuve la osadía, no sentí miedo...
me acerqué a la leona que sola hallé un día...
la sorprendió quizá mi locura...
y quiso conversar conmigo en la espesura.
De otro león me habló en sus cuentos...
con él una cría engendró en sus encuentros...
madre la leona, buscaba sustento...
entretanto su cría se hallaba lejos.
Me perdí, no reconocí más que un amor naciendo...
me quedé a su lado, retocé con ella bajo los cielos...
me llené de estrellas, constelaciones y luceros...
me extravié en sus ojos, perdido en un amor bueno.
La cría de una fiera, también se hizo para mi, hija...
al fin construía mi manada...
una que me daba cobijo, seguridad y paz al alma...
la familia de mi añoranza.
Por un tiempo fui león...
tenía esa familia como manada...
miré de nuevo hacia el cielo...
tuve esperanza, nuevos sueños.
Más un día en su capricho, la fiera montó en cólera...
de un zarpaso me arrancó la piel, dejando desnudos los huesos...
rugió sobre mi cuerpo maltrecho, tomó su cría y se marchó lejos...
me hizo saber que no soy león para compartir su lecho.
Apenas arrastró mi cuerpo, lleno de heridas, casi muerto...
desamparado en la espesura, con mi manada dispersa...
respirar se hace difícil, mucho más hallar sustento...
me hubiese sido más fácil si en verdad me hallase muerto.
Si de esta agonía despierto en mi desierto...
tendré cariño conmigo, que soy animal bueno...
vagaré solo por un tiempo, para recomponer mis carnes...
hacer fuertes mis huesos.
Al final la felina es inocente, de su naturaleza cruel e hiriente...
al igual que yo soy inocente de creerme fiera...
siendo sólo un cervato, con el corazón viejo y demente.
0 comentarios:
Publicar un comentario