Las ropas empapadas en agua y mar...
un frío que aún quema la piel...
los ojos pueden otear al horizonte...
los vientos ya no arrastran mi mente.
Ecos lejanos de truenos suenan menos amenazantes...
destellos leves de lo que antes relámpagos fueron...
una paz silente se acerca...
ya no llueve.
Los lodos apenas pueden entorpecer mis pasos...
aún con lágrimas los ojos, pueden mirar más lejos...
y camino, camino, lerdos mis pasos y resuelta mi alma...
he cruzado la tempestad más amarga.
Desorientado y golpeado por la batalla...
aún resiente mi cuerpo y mis entrañas...
cansado, desgastado, de poca fuerza mis manos...
sigo en la senda a la que un día llamaré destino.
Llegaré al hogar, cambiaré mis vestimentas...
nuevas ropas con que salir al sol, a tientas...
recordaré esta travesía, dejaré de pensar en galimatías...
seré precavido, habito tierra de tormentas.