En términos de ser justo debiese dar gracias por muchas más personas y eventos. Mi papá es de lo más formidable y varios de mis amigos aún persisten en serlo a pesar de tiempos o distancias.
Es sólo que la lista de dar gracias es larga y quizá quiero escribir de lo que más me alegra, lo que más puede hacerme feliz. Y eso lo hacen dos de mis niñas, Vero y Lola. Mi hija mayor está ocupada en su propio mundo y no me hace sentir lo que me quiere, así que por lo menos hoy no contribuye con hacerme sentir mejor.
Escribo para mi mismo. Para sostener una conversación conmigo que me permita ver de nuevo mis juicios, mi forma de valorar los elementos que constituyen mi experiencia vital.
En esencia siento la soledad. El que mis amigos se hayan tenido que marchar me hace sentir soledad. El que no tenga una mujer que me acompañe también me hace sentir soledad. Y es esa soledad que veo porque no logro conectarme con otros, porque en el fondo soy vulnerable ante eso de querer y comprometerme. Y eso es un cambio del hombre maduro que soy.
Y no hay justicia en el mundo, porque lo justo sólo es mi punto de vista. Y las cosas que me suceden me resultan desagradables y en el fondo no creo que haya hecho algo para buscar estos desenlaces. Soy inocente. Y al decir esto, en cierto modo, me libero. He sido integro y coherente conmigo mismo, aunque los resultados no estén en mi lista de deseos.
Y por ello saltan mis niñas a darle sentido a estos días. Porque quieren al padre que soy, al ser humano que soy. No me piden nada a cambio, sólo estar allí para ellas. Y los instantes que paso con ellas, que hablo con ellas o simplemente pienso en ellas, pues me hacen mucho bien.
Así que doy gracias por Vero y Lola, les doy gracias a ellas por amarme de gratis, por decirle "papi" al hombre que soy. Por ser mis hijas