Una suave brisa de otoño mece los pétalos en el campo de flores...
aromas dulces, suaves fragancias de miles de vidas al viento...
inflorescencias como abanicos, gritando al aire, clamando compañía.
En derredor millares de turbantes lilas, destacan tu presencia...
conversan entre ellos, inaudibles palabras para quien desconoce sus lenguas.
Tus telas blancas te apartan, te separan...
en el atiborrado concurso de flores, eres un alma extraña...
hecha de la misma tierra, con la misma savia en las venas...
pero distinta, diferente, única.
Los tulipanes te ignoran, no buscan tu mirada ni tu complacencia...
yaces allí por azar del destino, involuntario accidente del sembrador de flores...
una singularidad que hizo posar mis ojos en el campo, acorde disonante en la melodía...
no se oye tu voz entre el murmullo, nadie responde tus saludos.
Sólo yo pude apreciar el suceso, un lirio perdido entre los tulipanes...
el aire que me sostiene, me lleva presto ante ti, quiero acompañar tus sueños...
el diente de león cae sereno, sobre una caricia de pétalo.
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