Aún recuerdo esa primera vez en que te vi, la segunda que fue primera...
cuando arrollaste mi alma y era yo quien manejaba.
Mil encuentros de miel y besos...
cantos, risas y te quieros.
Hicimos familia, juntamos nuestros retoños...
todas mis hermosas mujeres, yo el padre y compañero.
Un lustro de afectos, de acariciar sueños.
Y aquel agosto postrero, de la familia que tenía...
decidiste que conmigo una vida no querías.
De todo aquello que tuve, quizás quedan hoy mis manos vacías...
y puedo atesorar mis cariños de hoy en día.
No cabe duda en mi alma que era yo quien te quería.
Este corazón forjado en ardiente fuego...
hizo de su compromiso acero, para soportar todo el peso...
de amar hasta el desconcierto.
No hay hombre que pueda querer de la forma en que yo quiero...
dando a plenitud la fuerza del alma mía...
celebro que supe amar en demasía.