Hoy es el cumpleaños número 10 de Lola. Es la segunda vez desde que la conozco que no puedo pasarlo con ella. Y aunque he madurado mucho este último año, esto es algo que aún me causa dolor.
Pude hablar con ella al teléfono y hasta su madre intercambió un par de palabras conmigo.
A veces recuerdo lo bonito que era vivir en familia.
Me alegra saber que Lola está bien, que le alegra su cumpleaños y la idea de poder vernos a mi y sus hermanas. Especialmente a Vero, son hermanas del alma.
Un hombre no sabe lo que es ser padre hasta que le toca. Y aún así no sabe de donde brota esa fuerza de amor. Ser padre es una cosa que sorprende, no tuvimos vínculo orgánico con nuestros hijos (no los llevamos en el vientre), simplemente los reconocemos luego de que nacen. Y podemos ser padres de hijos que no engendramos y no ver diferencia alguna. Siento que entregaría mi vida por Lola, Gaby o Vero indistintamente. Todas me hacen falta, siempre las extraño. Y cada una puede hacerme feliz con sólo sonreirme o decirme que me quiere. Verlas conquistar cosas, cosas todas distintas, me enorgullece, me grita por dentro y resuelve mi espíritu.
Hace poco tiempo me recordaron que no soy el padre biológico de una de ellas. Me molestó. ¿Cómo puedo hacer yo diferencia si la emoción es la misma, si mi corazón late igual? Es que no conocen mi corazón, lo fuerte que son mis afectos ni la nobleza de mi alma. Yo no quiero a medias, amo sin medida. Es de las pocas cosas que creo sé hacer bien.
No sé que será de nosotros, está más allá de mi posibilidad de control. Sólo me queda quererla bonito y a la distancia, demostrarle mi cariño cada vez que pueda y enviarle todas mis bendiciones. La fuerza es poderosa en mi familia.
Al final, aunque la distancia cause olvido, yo estaré siempre queriéndola como sólo yo puedo querer
Un feliz cumpleaños para mi Lola